viernes, 15 de julio de 2011

¿Por qué la gente no se quema al caminar sobre las brasas?

El primer factor que interviene es la conductividad térmica. La conductividad térmica se define como la capacidad de un objeto para transmitir el calor a otros que entren en contacto con él y es la responsable de que no te quemes al tocar un trozo de madera y sí lo hagas al tocar un metal que se encuentre a la misma temperatura. El secreto de caminar con los pies desnudos sobre un manto de brasas ardientes (a una temperatura de superficie próxima a los 500 ºC) se encuentra en la baja conductividad térmica del carbón, que evita que se transfiera demasiada temperatura a los pies y que estos sufran las dolorosas consecuencias en forma de quemaduras.

Además de la conductividad térmica, entra en juego la capacidad calorífica específica, que es la cantidad de calor que necesita un determinado material para elevar su temperatura. Todos sabemos que el cuerpo humano (incluidos los pies) se compone de un 60% de agua. El agua, en concreto, tiene una capacidad calorífica relativamente elevada.

De manera que, cuando pies y brasas se ponen en contacto, se produce la combinación de ambos factores: las brasas transmiten “torpemente” el calor (aunque éstas ronden los 500 ºC) y los pies (al ser en su mayor parte agua) requieren bastante calor para aumentar su temperatura.

En conclusión, una persona puede estar en contacto con las brasas durante un breve lapso de tiempo (unos cuantos segundos), hasta que sus pies alcanzan temperatura suficiente como para provocar quemaduras. Definir el tiempo exacto a partir del cual se puede caminar sin hacerse daño alguno es difícil de determinar, puesto que depende de otros muchos factores: temperatura de las brasas, sudoración, presencia de callos en los pies, superficie de contacto, etc. Pero, por lo general, cualquier persona puede recorrer una distancia de 4 a 5 metros a velocidad normal. No obstante, hay que procurar no correr o ejercer demasiada presión sobre las brasas, ya que puede hacer que los pies se hundan entre ellas, aumentando la superficie de contacto y provocando así la aparición de las dichosas quemaduras.

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